sábado, 13 de abril de 2024

Fijar el día antes de que anochezca

 


Apunte poemas. Tamara Domenech

VI Premio de poesía Centrifugados/Puebla de San Gil. Isla de San Borondón, Ed. Liliputienses, 2024.

 

Doy a José María Cumbreño, el editor, un ejemplar de briznas de quien (Sial Pigmalión, 2024) y me corresponde con Apunte poemas de Tamara Domenech. Me gusta asomarme a un libro de poemas sin saber nada del autor, nada de su biografía o trayectoria. Asomarme desde el título, el índice y con ojeada rápida, al azar, antes de decidir si entro o no en el libro. El índice de Apunte poemas, con sus títulos de poemas, resulta a primera vista anodino.  Me pregunto si son poemas ya o meros proyectos, “apunte” lo que nos ofrecerá la autora. Los títulos parecen notas de un diario sin interés: “compañera, aprender, juventud, presentaciones…”. Pienso en la ambigüedad del título. ¿Apunte previo al disparar? Hay una biobibliografía al final. Me llama la atención que la autora premiada no es desconocida para la editorial; Liliputienses ya ha publicado La escuela, el castillo en 2020. El ojeo de poemas me lleva a pensar que quizá esté ante un libro de poesía a “ras de tierra”, en la que indagué en briznas de quien. El yo del poema parece ser el autobiográfico del autor, son gestos, acciones que ha hecho en algún momento. A no ser que se trate de una figuración… 

Entro en el libro, preparada para el desengaño. ¿Qué puede haber en lo cotidiano de la vida del poeta que pueda ser de interés para un hipotético lector? No es hasta el poema “Baile” (pág. 17) cuando la voz, que me sigue pareciendo anodina, me atrapa y me dice: aquí, en estas notas casi banales de diario, hay un poema, porque late la mirada con la extrañeza de quien no entiende el mundo. Ve, simplemente, dice lo que ve, y en ese ver que nos detalla minuciosamente se alza el enigma del poema. El camino de desconcierto por el que quiere llevarme.

          Estoy por cruzar la calle

alzo la vista y veo que cae

una hoja seca de la rama de un plátano.

El viento de junio la mueve de aquí para allá

un titiritero que la hace pasear

por cada una de las ventanas de los departamentos a y b

de un edificio que está en una esquina.

Si fuera la vida, pienso,

en la cantidad de personas, por piso, que tuvieron la

posibilidad de admirar un baile lento hasta tocar el suelo.

Me recuerda, a trechos, la escritura de algunos escritores del “nouveau roman” en su minuciosidad para revelar lo real (exterior e interior), a veces desesperante, para el lector que quiere un rápido enganche con la trama o con la emoción y no encuentra ni trama, ni emoción. Hay una neutralidad de hielo en los poemas que va calando como la lluvia fina, una mirada ética, una realidad que hay que transformar, la fe en el compromiso del escritor para cambiar el mundo porque el inventario (recurso permanente a la enumeración) deja un remanente de cansancio, de sin sentido que trasciende las vidas que se ven reflejadas en el poema: “(…) creo que escribo para que los personajes / que tienen lugares establecidos / se aventuren a otros y pasen a la acción (…)”

Sólo a veces, en un gesto involuntario en la dinámica robotizada de lo cotidiano, brilla la luz, acaso la esperanza. Así sucede en el poema “Luces livianas”:

Una nena sentada enfrente mío en el colectivo

lleva dos globos

uno naranja y otro amarillo

cada vez que los saca, apenas, por la ventanilla

rebota el sol

como si fuera posible

trasladar luces livianas con las manos.

El tedio de nombrar lo real con las palabras de uso cotidiano, se rompe a veces con imágenes certeras que abren el “apunte” al “poema” como en “Ingenuidad y avidez” que se inicia con dos versos como un hachazo: “No es fácil dormir cuando llega la noche. La mente deambula de aquí para allá parece una rata”.

En “Universo o dios” (pág. 83), para que no desfallezcamos, parece facilitarnos la autora una clave de lectura.

La abertura en una casa en construcción

me hace pensar en la relación entre realidad afuera

y la fantasía adentro

de un espacio oscuro y abierto

como el universo o dios.

Ser, sería dar cuenta, así, sin florituras, de lo que acontece y a lo que asistimos como testigos mudos. Fijar el día, antes de que anochezca.


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