lunes, 17 de abril de 2023

había que contarlo

 


Porque ella es una estrella de mar fuerte y viva

             que se regenera

             y en cada pérdida

le vuelven a salir nuevos brazos.

                                Paqui Jiménez Yepes, Derrotar al silencio          



INphiNITA
Emilia Oliva
IV Premio Poesía Visual Paqui Jiménez Yepes (Córdoba)

Nada sabemos de los hilos que nos entretejen y ligan por encima del espacio, a veces también por encima del tiempo, a seres que no conocemos. Leer libros es dialogar con los muertos, sin duda; pero ahora me refiero a otra experiencia: la certeza de esa otra trama de la que formamos parte y en la que no somos sino una figura más de un amplio tapiz que no sabemos cómo se teje ni quién o qué sea el responsable de su elaboración. Rara vez somos capaces de recordar cuándo y por qué nos encontramos en una cuadrícula concreta del tablero y no en otra, incluso somos incapaces de ordenar los movimientos que nos han conducido al punto en que estamos en el momento presente. Las cosas suceden, la más de las veces, a pesar nuestro y sin que seamos conscientes. Encuentros, ligazones, rupturas, olvidos. Intento poner en claro lo que me condujo al IV Premio de poesía visual Paqui Jiménez Yepes. Todo empieza con un trastoque de nombres propios, tan habitual en mí: Raimon Blu (a quien no conozco personalmente, creo) y José María Brull (director del IES Jálama). Esa confusión me lleva a atribuir el premio de poesía citado en una convocatoria anterior a José María Brull, y leo la convocatoria, por curiosidad. Allí, me asalta el fragmento de Paqui Jiménez Yepes, como un destello. Vuelvo a él días más tarde y lo manuscribo en una nota farragosa. Vuelve a mi cabeza como sin querer. En los momentos de inactividad resuena como un eco impreciso y tengo que volver a leer esos versos de los que no encuentro el antes ni el después del poema en la red. Son sólo un fragmento de algo que no encuentro. La pérdida y la regeneración son el tema.

    Porque ella es una estrella de mar fuerte y viva

               que se regenera

               y en cada pérdida

    le vuelven a salir nuevos brazos.

Sin embargo, están ahí condensadas ideas poderosas: fragmento, estrella, infinito. ¿Cómo congeniar todo eso plásticamente en un poema visual? Emerge una necesidad de darle forma, no me deja tregua. Todo lo que toco o veo añade o descarta una posibilidad de trabajo; no es un trabajo consciente, sino de fondo. No sé qué mueve los hilos del proceso, pero me embauca.

Así, rememoro la conexión estrella de mar y estrella astro, en un tipo de estrella marina que tiene aspecto erizado.

Dibujar esa estrella-erizo-astro para quien no sabe, es un reto. Y allí, en la plancha de corte, donde despliego utensilios, de pronto, desde la esquina, irradia la forma que busco. Sólo hay que recrearla copiando las líneas. El papel vegetal me sirve siempre para calcar las formas de base. Y así comienza a tomar forma, en una esquina, la estrella-mar-astro y sus fragmentos.

¿Se asocia en la imagen creada la estrella de mar y el astro? No del todo. Y el infinito, ¿dónde y cómo hacerlo visible?

Busco los restos de Letraset que me quedan de los talleres impartidos y sólo hay números, signos de puntuación, alguna letra. Poca cosa. Nada se puede hacer con estos restos.

Pasan días, pero no hay sosiego. ¿Y si juegas con la transparencia y metes un fondo? ¿La luz que evoque el astro y el color que evoque lo eterno, que no es lo infinito, pero bueno, podría sugerirlo? Un cierto amarillo de cartulina no queda mal, produce cierto efecto, pero el infinito ¿dónde queda?

Ando culminando la preparación de un taller en el que la geometría y las matemáticas con la poesía andan en juego. La fractalidad de las formas, la proporción áurea y el número phi saltan a la palestra. Los números de Letraset, ¿habrá suficientes para recrear un extenso número phi? Como un destello, el título sobreviene, como al dictado: INphiNITO. Dudo si usar el francés queda tan capicúa: INphiNI. Como un resorte, emerge un NO rotundo de no sé donde. No, es ELLA, tiene que estar en femenino: INphiNITA. Me someto al dictado de lo que no controlo y me arrastra.

Empiezo a recrear la forma del signo matemático del infinito sobre el papel vegetal, sorteando el dibujo de la estrella, pero algo me dice que el infinito en el universo, los seres, no es orden sólo, debe haber cierto caos. E instalo el caos en el despliegue del número phi tan largo como me permiten los números de los que dispongo.

Doy por terminada la obra y la preparo para su envío. Busco la convocatoria para coger la dirección y no hay dirección postal. Ha de escanearse.

Lo que sucede después, confirma con rotundidad que no soy yo quien mueve los hilos ni la trama de esta creación, que sucede a pesar mío. Al ver el resultado del escaneado, me quedo paralizada. ¿Quién ha puesto el fondo marino en la obra? Miro el original, y allí no está. ¿Hay una explicación lógica? ¿El papel vegetal es sensible al calor? ¿Se comba al paso de la luz del escáner?

Envío la obra y me olvido. Descanso. Hasta que llega el mail donde se me informa que es obra seleccionada y premiada. Tuve que ir a Córdoba, tenía que contarlo.

Detrás de este proceso, además del fragmento del poema, quien lo seleccionó y la autora de la que nada había leído, está el propio proceso de descubrimiento, exploraciones, tránsitos a lo largo de años:

De la palabra a lo que no es palabra

Del silencio al espacio

Del verbo a la geometría

Del poema al teorema

 

En el contexto de mi aprendizaje de la poesía visual no puedo dejar de nombrar a aquellos que contribuyeron a mi bautismo (en el orden que años y encuentros disponen): Yolanda Pérez Herreras (iniciadora), Antonio Gómez, Juan Ricardo Montaña, Elías Moro, Manuel ¿? de ediciones Punto y aparte, Roberto Farona, Víctor Pozanco, Rafael de Cózar, Francisco Aliseda, Peñarroya-Pueblonuevo en 2008, Aurora Sánchez y José Luis Campal con su Paraíso nº 79, J. Seafree, Julián Alonso, Alfonso López Gradolí, Francisco Peralto, José Antonio Cáceres. Obras, técnicas, proyectos, investigación.

La sorpresa final llegó al ver entre las obras de la exposición de la Biblioteca Central de Córdoba una de Yolanda Pérez Herreras. Se cerraba un círculo. La iniciación culminaba en el premio de la mano de Paqui Jiménez Yepes, desde donde estuviera. El premio se otorga a la traducción visual de lo que está en el fragmento y es de todos los anteriormente citados (espero no olvidarme de recordar a ninguno).