el sobrino, Emilia Oliva, lápiz sobre papel, 21x14,8 cm |
Como en la historia del ahijado del demonio de los hermanos Grimm, no sé si lo que habría que empezar a hacer es salir corriendo porque vaya usted a saber lo que pueden hacer con nosotros. Me ha sucedido un caso del que quizá, quien esté en el ajo, pueda dar una explicación racional que tranquilice. Como al ahijado del cuento, a mí, me ha llenado de desasosiego o, como diría mi padre, ya no me llega la camisa al cuello. Enterada de la publicación de Cartas del sobrino a su diablo me pica la curiosidad por leerlo de inmediato. Recordaba el extraño cuento de los hermanos Grimm. Es de Juan Manuel de Prada. Bueno, me gustan a veces sus artículos, no he leído más que una novela suya. Pero, aunque no siempre comparto su visión de las cosas, recuerdo con gozo su programa sobre cine “Como lágrimas en la lluvia”. Lo busco en el catálogo online de la Biblioteca de Extremadura y me aparecen tres ejemplares, dos no disponibles, pero el de la Biblioteca de Don Benito está disponible. También me han aparecido varios ejemplares de una obra de C.S. Lewis –del que nada conozco- Cartas del diablo a su sobrino. El hallazgo promete. La diversión del diálogo entre escritores parece estar asegurada. Indago en internet sobre uno y otro libro para saber meramente si la intuición de una lectura gozosa se sostiene. Encuentro el texto de CS Lewis completo en internet. Marco dos fragmentos al hojear el prefacio del libro de C.S. Lewis que me llaman la atención y anoto las dos citas de apertura del libro: de Lutero y de Tomás Moro. El libro empieza “Mi querido Orugario”, el nombre del personaje es sugestivo.
Del de Juan Manuel de Prada, encuentro en La Casa del Libro que se trata de un mordaz y penetrante análisis de la España azotada por el coronavirus y utiliza –en homenaje a CS Lewis- sus mismos personajes: Orugario, un demonio vanidoso y procaz al que se le ha encomendado la devastación de nuestro país y su tío Escrutopo. No decae el interés.
Resuelta a empezar por este último, por la actualidad rabiosa que pone en solfa, me dirijo a la biblioteca de Cáceres. Y aquí empieza el desasosiego al que he hecho referencia. No consta en el catálogo. Me dicen que no he podido verlo online porque sencillamente no consta. Y aunque constara, al ser de reciente publicación, no estaría disponible durante un año. Pero, claro, debería constar en el catálogo. Y, sin embargo, no consta. Lo consulto yo misma en el móvil, como hice hace días en casa, y efectivamente, ha desaparecido. Se ha esfumado ¿por arte de magia, de diablillos informáticos? ¿o por decisión intencionada de quien tiene poder sobre estas cosas?
Los dos párrafos marcados en el primer ojeo del libro de CS Lewis cobran ahora pleno sentido porque hubo un lector molesto por esas cartas, que no puede conseguir que el libro se prohíba, claro, pero que en impecable coherencia se da de baja del periódico. Cito el inicio del prefacio:
“Las cartas de Escrutopo aparecieron durante la segunda guerra alemana, en el desaparecido Manchester Guardian. Espero que no precipitasen su defunción, pero lo cierto es que le hicieron perder un lector: un clérigo rural escribió al director, dándose de baja como suscritor, con el pretexto de que "muchos de los consejos que se daban en estas cartas le parecían no sólo erróneos, sino decididamente diabólicos".
Pero los burócratas, actúan a otro nivel, y su grado de influencia no se limita al del simple lector que se da de baja de su periódico. Su influencia, aunque no absoluta, es más amplia. Y bueno, cada cual sabe a quién sirve. Quizá sea conveniente recordarlo con el segundo párrafo del libro. La vida real no se resuelve como en los mundos de Dysney o de Alicia. El sentimentalismo, la bondad innata del ser humano que se prodiga desde todos los ámbitos tiene su contrapeso en este dicho popular “de buenas intenciones está empedrado el infierno”. Pero volvamos al párrafo seleccionado del prefacio, donde tras analizar el contexto de aparición de la obra y hacer un recorrido por la simbología literaria de ángel y demonio concluye:
“Me gustan mucho más los murciélagos que; los burócratas. Vivo en la Era del Dirigismo, en un mundo dominado por la Administración. El mayor mal no se hace ahora en aquellas sórdidas "guaridas de criminales" que a Dickens le gustaba pintar. Ni siquiera se hace, de hecho, en los campos de concentración o de trabajos forzados. En los campos vemos su resultado final, pero es concebido y ordenado (instigado, secundado, ejecutado y controlado) en oficinas limpias, alfombradas, con calefacción y bien iluminadas, por hombres tranquilos de cuello de camisa blanco, con las uñas cortadas y las mejillas bien afeitadas, que ni siquiera necesitan alzar la voz. En consecuencia, y bastante lógicamente, mi símbolo del Infierno es algo así como la burocracia de un estado-policía, o las oficinas de una empresa dedicada a negocios verdaderamente sucios."
No, no me llega la camisa al cuello. Que un libro desaparezca de un catálogo, porque no ha sido una ensoñación, se lo aseguro, quizá no sea motivo para rasgarse las vestiduras ni echarse ceniza sobre las cabezas, pero quién sabe. La tradición de expurgo de bibliotecas ya tiene amplio recorrido, denunciado con humor por Cervantes en el Quijote. Y sí habrá que empezar a cultivar el humor porque es lo único que no soportan los múltiples diablos que nos rodean:
"La mejor forma de expulsar al diablo, si no se rinde ante el texto de las Escrituras, es mofarse y no hacerle caso porque no puede soportar el desprecio."
LUTERO
"El diablo... el espíritu orgulloso... no puede aguantar que se mofen de él..."
TOMÁS MORO
En estos enlaces, las referencias citadas:
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