Se va el verano. Emilia Oliva (septiembre 2019). Acuarela.21 x 14 cm. |
Vibra el mundo en la frente pegada a los cristales
y nunca más las cosas responden a su nombre
Javier Rodríguez Marcos, Naufragios.
Esri se asoma, sin abrir la ventana, al vidrio de la vida. Un avión rasga el día con zumbido breve. Ayer eran sirenas de voces aisladas de ambulancias y metálicas instrucciones de permanecer en casa desde coche policía. La brisa vibra en las ramas del almendro. Tierno apunta el verde de las hojas. No hay trasiego en la calle, ni vecinos que hablen del tiempo, las cifras del covid o la última ocurrencia del político de turno. El silencio no pesa y es leve si lo rompe el silbido de tórtolas, mirlos o urracas. La vida, su vida, entre paréntesis. Esri abre la puerta de la calle y sale al rellano, pero se detiene. La cuadrícula de sol en el umbral se abre como un abismo:
en el umbral
la luz
inhibe la sombra
duda el pie si posarse
en el incandescente abierto
del astro en el suelo
como si el aire
en esa intensidad visible
ya no fuera capaz
de sostener otra cosa
que el respirar del astro
ajeno a las criaturas
como si el aire no pudiera sostener el día ni los pájaros que rasgan el cielo, en uve, y van a la ciudad, desierta. Regresa a los cristales protectores, se asoma a las ventanas vecinas como a ventanillas de trenes que surcan la estación con sus rostros veloces. Permanece, allí, como en su infancia, varada. Irse es su nombre.
Permanecer
ResponderEliminary a la vez no estar aquí
sino lejos
a por paisajes de apellidos.