Roland Topor |
En los buenos tiempos de cacerías
del barón de Ravots, época todavía de nobles y príncipes, principios y caza, ritos y escanciado de horas a la luz de las
velas, quien tenía la suerte de comerse las cabezas de las becadas crujientemente
asadas a la leve llama –porque la del largo pico le señalaba, según cuenta Guy
de Maupassant- alcanzaba también la corvea de narrar una historia para
compensar a los comensales que no habían tenido la misma suerte. Así, se van
amontonando en el volumen Cuentos de la
becada historias cuyos personajes suelen estar embrutecidos por la ignorancia.
Hoy, en época de futbolistas y
multimillonarios, sin príncipes ni principios, con derechos de animales y
educación gratuita, a los escritores sin suerte les queda –como ejercicio de
poder y placer- regalar libros.
Comer y dejarse comer la cabeza,
claro. No es tiempo de ignorantes, ni de cacerías, ni de caníbales.
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