viernes, 15 de marzo de 2024

De literatura y planes educativos

Fichas de lectura realizadas en Lengua y Literatura.
Curso de COU 1974-75. Universidad Laboral de Cáceres.

Durante la charla que tuvo lugar tras la inteligente presentación dialogada de errática del poeta cubano Víctor Rodríguez Núñez (Luces de gálibo,2023) con Julio César Quesada Galán, José María Cumbreño preguntó a qué creía el autor que se debía el desinterés por la literatura hispanoamericana que hay en España. En otro momento, una alumna había preguntado si consideraba que su poesía era susceptible de ser utilizada con alumnos en la enseñanza primaria. No tomé nota de las respuestas, pero ambas preguntas me llevaron a la telaraña por la que hoy me adentro (quizá porque empiezo a tener la mirada del que se gira y se convierte en estatua de sal). Reaccioné a la tesis de que el desinterés por la literatura hispanoamericana se debía al colonialismo que pervive. Como docente, estoy convencida de que se debe a una planificación orquestada desde los planes de estudio: el desinterés lo es por la literatura española también. Y eso es lo que quiero hacer visible con una simple relación del acceso a los libros de los que disponía yo en mi infancia y adolescencia y los que tuve a disposición en el sistema educativo en el que me formé. El fomento de la lectura en la actualidad se estructuras en estrategias más o menos publicitarias o de marketing, ideológicamente marcadas en gran medida por consignas, pero no constituye –a mi modo de ver- un planteamiento integrado en la planificación educativa, desaparecida la motivación por el esfuerzo que estaba en la formación que me tocó en suerte: los planes de estudios y becas franquistas, la exigencia para mantenerlas y la libertad de lecturas y actividades que reflejan las fichas de lecturas realizadas en aquel periodo. Descripción de una época, no tan lejana en el tiempo tan presente para la memoria de lo luctuoso y estéril, y tan poco viva para lo creativo, la capacidad crítica y el restañamiento de heridas.

Antes de llegar a la Facultad de Filosofía, los pocos libros que me cobijaban en casa se multiplicaron al infinito al llegar a la Universidad Laboral donde una inmensa biblioteca, con interminables estanterías estaban abarrotadas de enciclopedias, diccionarios, atlas, mundos. A casa, habían llegado algunos coleccionables incompletos conservados en una vieja maleta de madera: Las aventuras de Gulliver, Guerra y paz, alguna novela sin título ni portada, capítulos sueltos de un universo fragmentario incomprensible. Los cuentos de calleja, que se conseguían con las bolsas de pipas. TBOs, Alcázar y Pedrín, comics de aventuras que no me interesaban, los Blanco y negro de ABC. Los libros ilustrados de Bruguera, con Miguel Strogoff a la cabeza, sus paisajes nevados y el correo del zar, ese hombre a caballo por la estepa: primeras palabras oídas, luego adivinadas en sus grafías bajo las imágenes y, con ellas, el deseo de romper a leer por mí misma, sumergirme en los pocos libros disponibles o que fueron llegando:


La Fuente, el diccionario de las 8 cualidades

La Biblia

Flor nueva de romances viejos

La isla del tesoro

Las 7 maravillas del mundo

Las 100 mejores poesías en lengua castellana

Rimas de Bécquer…

 

El silencio de los estudios y los dos ejercicios espirituales, que viví en el colegio de monjas los dos primeros años de enseñanza secundaria, los pasé leyendo vidas ejemplares y de santos en libros de su biblioteca. Leer, ese mundo de maravillas ajenas a lo cotidiano. Leí lo que se nos mandaba y lo que buscaba de oídas. El aburrimiento del club de los cinco, el sondeo en arsenales ajenos cuando estaba de vacaciones. Lo que tenía interés y lo que no, sin más criterio que la brújula sin norte de la curiosidad. Por esa curiosidad caería en muchos títulos inabarcables. Ya en la Universidad Laboral, solicité El capital de Marx a los 15 años bajo la mirada interrogante del bibliotecario y ¿qué vas a entender, criatura? No aguantaron mis ojos más allá de las 5 ó 6 primeras páginas.  Pero también caí en libros que dejaron un regusto de pregunta interminable: Cuerpos y almas. La vacuna de la pregunta, tan importante. Berceo, El Quijote, El Lazarillo, sonetos, Las coplas a la muerte de su padre, Garcilaso, San Juan de la Cruz, lo que hilaba el temario de lengua y literatura española y también, al margen, lo que acontecía en el hervidero que era la Universidad Laboral: lecturas poéticas (Neruda, Miguel Hernández, León Felipe, Blas de Otero…), teatro, cine, encuentros con escritores: Francisco Umbral, impactante su imagen de joven escritor y la intriga de su libro Larra, anatomía de un dandy. Comprender el dandy que era el escritor en presencia con el libro donde lo hacía visible desde el título. Y por ese camino: La saga fuga de JB, Cinco horas con Mario, El camino, Thérèse Desqueyroux, El enfermo imaginario, Fábulas de Samaniego…

Y, en paralelo, fuera de programa, la literatura hispanoamericana de la mano de Carlos Polo y Jorge Urrutia: Cien años de soledad, Tres tristes tigres, El señor Presidente, Paradiso, La ciudad y los perros… enteros, fascinada por el universo que se desplegaba; a picoteos, intrigada por el enigma que ocultaban o no alcanzaba a desvelar. Intrusa en una actividad para las alumnas de COU cuando yo andaba en 5º.

Y llegó COU, el tránsito a la universidad (crónica de lecturas de 1974-75), libros y más libros; fichas de lecturas personales de cada obra como eximio control por parte de la profesora Carmen Romero. 33 lecturas, como los años de Cristo: pasión, muerte y resurrección de un curso escolar con la espada de Damocles de la ¿se llamaba selectividad ya?, la necesidad de conservar la beca para desplegar alas. Leí, anoté, descifré, puse en relación:

 

Pío Baroja: El árbol de la ciencia

Miguel de Unamuno: Recuerdos de niñez y mocedad

Miguel Cervantes: Novelas ejemplares

Anónimo: El Lazarillo de Tormes.

Petronio: El satiricón

Julio Cortázar: Los Reyes

Berceo: Los milagros de nuestra señora

Ortega y Gasset: La deshumanización del arte

Los Manriques: Antología

Fernando de Rojas: La Celestina

Ramón Menéndez Pidal: Flor nueva de romances viejos

Don Juan Manuel: El Conde Lucanor

Anónimo: El abencerraje y la hermosa Jarifa

Ramón J Sender: Crónica del alba

Jorge Díaz: La pancarta o está estrictamente prohibido todo lo que no es obligatorio.

Manuel Martínez Mediero: El convidado

José Ruibal: Curriculum Vitae

Vicente Romero Ramírez: El carro del teatro o llegan los cómicos

Lauro Olmo: El cuarto poder / La camisa

Miguel Mihura: Tres sombreros de copa

Antonio Martínez Ballesteros: La distancia

Alfonso Sastre: Cargamento de sueños / Prólogo patético / Asalto nocturno

Antonio Gala: Los buenos días perdidos

Ramón del Valle Inclán: Sonatas / Luces de bohemia / Divinas palabras

Ramón Pérez de Ayala: Escritos políticos

Gabriel Miró: El humo dormido

Azorín: Antonio Azorín

 

Entre el montón de fichas conservadas que dan cuenta de las lecturas de la asignatura de Lengua y Literatura (recuerdo de una técnica de trabajo y la transmisión de la pasión de la profesora por la literatura que nos invitaba a leer y marcaba B, m. b) encuentro una ficha traspapelada con un poema. Lectura, comentario, reflexión, estudio y “escritura” naciente… ejes del aprendizaje del mundo en la adolescencia. Todos los problemas humanos se exponían a nuestro análisis en la inteligente selección de una profesora, Carmen Romero: amor, desamor, celos, suicidio, ejemplos morales, crítica del poder, la inmoralidad del terrorismo, la diferencia de clases, encaje de infortunios, la lucha por el poder, la guerra, incomunicación y exclusión, violencia y venganza, autobiografía y ficción, idealismo, realismo… No le he dedicado ningún libro, tengo que poner remedio.

 

Me pregunto cuál es el bagaje de lecturas que se lleva el alumno cuando llega a la universidad desde las aulas ahora. Sospecho que quizá llegue bastante literatura de éxito editorial, fundamentalmente anglosajona, alguna lectura de literatura actual española y alguna lectura de literatura regional. Me pregunto si las respuestas a las grandes preguntas del adolescente para comprender el mundo las encontrará engarzadas en esos programas de fomento de la lectura o si tendrá que ir a buscarlas por sí mismo, si recurrirá a la biblioteca o si recurrirá a las redes que el diablo confunda. Si lo que aflora de nuevas problemáticas en los jóvenes, no tendrá que ver con ese vacío propiciado desde los programas educativos y la anuencia del profesorado que los aplica. Si la cultura de la cancelación, el vacío de las consignas, no constituye el virus que extirpará la inteligencia de los humanos para sustituirla por la mal llamada inteligencia artificial. Si…, tantas preguntas que deberíamos afrontar con análisis serio, sin vendas.

 

 

 


lunes, 17 de abril de 2023

había que contarlo

 


Porque ella es una estrella de mar fuerte y viva

             que se regenera

             y en cada pérdida

le vuelven a salir nuevos brazos.

                                Paqui Jiménez Yepes, Derrotar al silencio          



INphiNITA
Emilia Oliva
IV Premio Poesía Visual Paqui Jiménez Yepes (Córdoba)

Nada sabemos de los hilos que nos entretejen y ligan por encima del espacio, a veces también por encima del tiempo, a seres que no conocemos. Leer libros es dialogar con los muertos, sin duda; pero ahora me refiero a otra experiencia: la certeza de esa otra trama de la que formamos parte y en la que no somos sino una figura más de un amplio tapiz que no sabemos cómo se teje ni quién o qué sea el responsable de su elaboración. Rara vez somos capaces de recordar cuándo y por qué nos encontramos en una cuadrícula concreta del tablero y no en otra, incluso somos incapaces de ordenar los movimientos que nos han conducido al punto en que estamos en el momento presente. Las cosas suceden, la más de las veces, a pesar nuestro y sin que seamos conscientes. Encuentros, ligazones, rupturas, olvidos. Intento poner en claro lo que me condujo al IV Premio de poesía visual Paqui Jiménez Yepes. Todo empieza con un trastoque de nombres propios, tan habitual en mí: Raimon Blu (a quien no conozco personalmente, creo) y José María Brull (director del IES Jálama). Esa confusión me lleva a atribuir el premio de poesía citado en una convocatoria anterior a José María Brull, y leo la convocatoria, por curiosidad. Allí, me asalta el fragmento de Paqui Jiménez Yepes, como un destello. Vuelvo a él días más tarde y lo manuscribo en una nota farragosa. Vuelve a mi cabeza como sin querer. En los momentos de inactividad resuena como un eco impreciso y tengo que volver a leer esos versos de los que no encuentro el antes ni el después del poema en la red. Son sólo un fragmento de algo que no encuentro. La pérdida y la regeneración son el tema.

    Porque ella es una estrella de mar fuerte y viva

               que se regenera

               y en cada pérdida

    le vuelven a salir nuevos brazos.

Sin embargo, están ahí condensadas ideas poderosas: fragmento, estrella, infinito. ¿Cómo congeniar todo eso plásticamente en un poema visual? Emerge una necesidad de darle forma, no me deja tregua. Todo lo que toco o veo añade o descarta una posibilidad de trabajo; no es un trabajo consciente, sino de fondo. No sé qué mueve los hilos del proceso, pero me embauca.

Así, rememoro la conexión estrella de mar y estrella astro, en un tipo de estrella marina que tiene aspecto erizado.

Dibujar esa estrella-erizo-astro para quien no sabe, es un reto. Y allí, en la plancha de corte, donde despliego utensilios, de pronto, desde la esquina, irradia la forma que busco. Sólo hay que recrearla copiando las líneas. El papel vegetal me sirve siempre para calcar las formas de base. Y así comienza a tomar forma, en una esquina, la estrella-mar-astro y sus fragmentos.

¿Se asocia en la imagen creada la estrella de mar y el astro? No del todo. Y el infinito, ¿dónde y cómo hacerlo visible?

Busco los restos de Letraset que me quedan de los talleres impartidos y sólo hay números, signos de puntuación, alguna letra. Poca cosa. Nada se puede hacer con estos restos.

Pasan días, pero no hay sosiego. ¿Y si juegas con la transparencia y metes un fondo? ¿La luz que evoque el astro y el color que evoque lo eterno, que no es lo infinito, pero bueno, podría sugerirlo? Un cierto amarillo de cartulina no queda mal, produce cierto efecto, pero el infinito ¿dónde queda?

Ando culminando la preparación de un taller en el que la geometría y las matemáticas con la poesía andan en juego. La fractalidad de las formas, la proporción áurea y el número phi saltan a la palestra. Los números de Letraset, ¿habrá suficientes para recrear un extenso número phi? Como un destello, el título sobreviene, como al dictado: INphiNITO. Dudo si usar el francés queda tan capicúa: INphiNI. Como un resorte, emerge un NO rotundo de no sé donde. No, es ELLA, tiene que estar en femenino: INphiNITA. Me someto al dictado de lo que no controlo y me arrastra.

Empiezo a recrear la forma del signo matemático del infinito sobre el papel vegetal, sorteando el dibujo de la estrella, pero algo me dice que el infinito en el universo, los seres, no es orden sólo, debe haber cierto caos. E instalo el caos en el despliegue del número phi tan largo como me permiten los números de los que dispongo.

Doy por terminada la obra y la preparo para su envío. Busco la convocatoria para coger la dirección y no hay dirección postal. Ha de escanearse.

Lo que sucede después, confirma con rotundidad que no soy yo quien mueve los hilos ni la trama de esta creación, que sucede a pesar mío. Al ver el resultado del escaneado, me quedo paralizada. ¿Quién ha puesto el fondo marino en la obra? Miro el original, y allí no está. ¿Hay una explicación lógica? ¿El papel vegetal es sensible al calor? ¿Se comba al paso de la luz del escáner?

Envío la obra y me olvido. Descanso. Hasta que llega el mail donde se me informa que es obra seleccionada y premiada. Tuve que ir a Córdoba, tenía que contarlo.

Detrás de este proceso, además del fragmento del poema, quien lo seleccionó y la autora de la que nada había leído, está el propio proceso de descubrimiento, exploraciones, tránsitos a lo largo de años:

De la palabra a lo que no es palabra

Del silencio al espacio

Del verbo a la geometría

Del poema al teorema

 

En el contexto de mi aprendizaje de la poesía visual no puedo dejar de nombrar a aquellos que contribuyeron a mi bautismo (en el orden que años y encuentros disponen): Yolanda Pérez Herreras (iniciadora), Antonio Gómez, Juan Ricardo Montaña, Elías Moro, Manuel ¿? de ediciones Punto y aparte, Roberto Farona, Víctor Pozanco, Rafael de Cózar, Francisco Aliseda, Peñarroya-Pueblonuevo en 2008, Aurora Sánchez y José Luis Campal con su Paraíso nº 79, J. Seafree, Julián Alonso, Alfonso López Gradolí, Francisco Peralto, José Antonio Cáceres. Obras, técnicas, proyectos, investigación.

La sorpresa final llegó al ver entre las obras de la exposición de la Biblioteca Central de Córdoba una de Yolanda Pérez Herreras. Se cerraba un círculo. La iniciación culminaba en el premio de la mano de Paqui Jiménez Yepes, desde donde estuviera. El premio se otorga a la traducción visual de lo que está en el fragmento y es de todos los anteriormente citados (espero no olvidarme de recordar a ninguno).  

          




miércoles, 22 de marzo de 2023

en el andén

 

Emilia Oliva, en el andén, témpera en barra,  21x 14,5 cm


una mujer va y viene en el andén

bolso en bandolera y auricular en la oreja

va viene

con la blusa impoluta de trabajo colgada de una percha

 

un tren ahíto de retrasos no se sabe si viene ni cuando

un gentío de paciencia y ella

va viene

a pasos cortos colgada de la percha

 

aguanta la contrariedad como chubasco de tormenta

habla sola

o con alguien al otro lado al que no llega

 

esquiva el viento el humo las cenizas

no vaya el hollín de papeleras, tablones, farolas a mancillar

su blanco nuclear su blancura sin merma

 

ella habla se explica se excusa

la blanca blusa como una vela

sin fuerza de arrastre ni brújula

 

 

De Cuaderno de viaje,

Calella, 15 de marzo de 2023, 9 de la mañana,

caída de tensión en la estación de Sants 

 

 


viernes, 17 de febrero de 2023

qué parte del agua soy

 

qué parte del agua soy. Emilia Oliva
Frottage sobre pizarra, 14,5 x 21 cm.


qué parte del agua soy

la que se evapora o compacta

la que disuelta           se putrefacta

la que se viste de azul oxigenado en lengua de glaciar

espejismo de alturas

la que se abisma y ahonda en sombras

tras el pantano

 

o no soy agua                     sólo sed

pergamino deleble

elocuencia silente

rumor o ruido

 

jirón de nube

acaso solo sueño

encendida pizarra

espejo de noche en la luz

cálida al tacto

lápida entonces

nombre o grafía

muralla torva

de frágil deslizarse

lámina, tesela en desgarro

ladera abajo

hasta el cauce

 

De Cuaderno de viaje

Monfragüe, camino del puente del Cardenal, 16 de febrero de 2023


domingo, 29 de enero de 2023

sobre un orden de calles


Palmera en la sombra. Emilia Oliva
Frottage, 29,5 x 21 cm.


sobre un orden de calles sin vejez

repican campanas

perros ladran     en las cercas

vacas pacen en pesebres alzados

 

se abre la luz

en vastedad sin nubes

se cuela por ladrillos de secaderos cerrados

se hace verde en los prados

 

lo llano se desdobla

al color y su aroma

de pasto y de acequia

de longevo silencio

por caminos trenzados

 

enhiesta palmera

se dibuja al trasluz

sobre anillos de edad

de árbol desmochado

 

hay un eco en la luz

un reverbero de sombras

en el espacio blanco

 

De Cuaderno de viaje

Valdesalor, 29 enero 2023


miércoles, 25 de enero de 2023

Carantoñas

Carantoñas. Emilia Oliva
Acuarela, 2023. 42 x 29,7 cm.

 

ángeles malos, iracundos, lanzan flechas con venenos

o apolo dispara el dardo que da muerte

o dios que es juez y justo afila espada o acribilla

 

es el día de la ira    la venganza de la peste

 

San Sebastián asaetado intercede

o eso creen los creyentes

 

en Acehuche

palabra

ungüento mágico consuela más allá de la carne

caricia se transmuta

cuerpo de bestia sin mandato de justicia

Carantoña

ajena a piedad o perdón

lame heridas

protege                     abre paso al renuevo

 

después de historia o cuento

procesión o culto

es danza       liberación     conjuro

ritmo de flauta y tamboril

embebido            no en inciensos o canciones

en aroma de romero

 

de la fiereza y vísceras desgarradas de la muerte

queda el susurro        el abrazo

la humildad del gesto

el giro acompasado de los oficiantes

el milagro de la vida en los retoños de los hombres

sin miedo ya al espanto

 

y a nosotros

impenitentes

el acatamiento de lo que nos trasciende

 

 De Cuaderno de viaje 

20 de enero de 2023

San Sebastián y Carantoñas (Acehuche)