sábado, 28 de marzo de 2020

anuncio: masilla para grietas

S/T. Emilia Oliva (noviembre 2019).
Frottage (lápiz sobre corteza de árbol y tinta china) 14 x 21 cm. 

repare cada fuga, cada grieta 
que pueda abrirse de soslayo 
con el temple de acero 
que la circunstancia imponga 

no ceda a la molicie 
al aplauso esperanzado 
al juego malabar de los adláteres 

es hoy cuando surge la emergencia 
es ahora 

y es de esa grieta leve 

en esa fuga ínfima                sin fuerza 
ahí                           se incuba 
la pesadilla de todos los mañanas 

viernes, 27 de marzo de 2020

Mundo patas arriba

Mundo patas arriba. Emilia Oliva (marzo 2020).
Collage y acuarela sobre bodegón abortado de Jorel Duarte Casares, acrílico sobre papel. 37 x 26,2 cm.

martes, 24 de marzo de 2020

La entrada definitiva de la noche


S/T. Emilia Oliva ( agosto 2019).
Acuarela sobre papel. 21 X 14 cm.

pero sé que de una oscura rotación pitagórica
noche a noche me deja en un lugar el mundo  
Jorge Luis Borges, El otro, el mismo  
en la Naturaleza reinaba ese estado de transición descolorido, inanimado y triste, que precede a la entrada definitiva de la noche.  
Thomas Mann, La montaña mágica 

esos almendros en flor 
esos trinos de aves exaltadas  

esta primavera 

estos cielos encorajinados de nubes y arco iris 
la cadencia de astros o cometas 
pasan sin inteligencia que contemple 
la belleza del ser y el devenir 

sin tiempo 

solos ensimismados ignorantes 
descendientes de Caín 
afilan verbo y quijadas 

con mañas de cordero seducen a la turba 

en vano abeles y casandras 
esgrimen advertencias entre el ruido y la furia 

todos  
abeles lobos grey 

pasan 

como estrellas fugaces 
que se diluyen en un charco 


sábado, 21 de marzo de 2020

Irse es su nombre

Se va el verano. Emilia Oliva (septiembre 2019). Acuarela.21 x 14 cm.

Vibra el mundo en la frente pegada a los cristales
 y nunca más las cosas responden a su nombre

Javier Rodríguez Marcos, Naufragios.

Esri se asoma, sin abrir la ventana, al vidrio de la vida. Un avión rasga el día con zumbido breve. Ayer eran sirenas de voces aisladas de ambulancias y metálicas instrucciones de permanecer en casa desde coche policía. La brisa vibra en las ramas del almendro. Tierno apunta el verde de las hojas. No hay trasiego en la calle, ni vecinos que hablen del tiempo, las cifras del covid o la última ocurrencia del político de turno. El silencio no pesa y es leve si lo rompe el silbido de tórtolas, mirlos o urracas. La vida, su vida, entre paréntesis. Esri abre la puerta de la calle y sale al rellano, pero se detiene. La cuadrícula de sol en el umbral se abre como un abismo:
en el umbral
                            la luz
inhibe la sombra 
duda el pie si posarse
en el incandescente abierto
                             del astro en el suelo
como si el aire
en esa intensidad visible
ya no fuera capaz 
de sostener otra cosa
que el respirar del astro 
ajeno a las criaturas 
como si el aire no pudiera sostener el día ni los pájaros que rasgan el cielo, en uve, y van a la ciudad, desierta. Regresa a los cristales protectores, se asoma a las ventanas vecinas como a ventanillas de trenes que surcan la estación con sus rostros veloces. Permanece, allí, como en su infancia, varada. Irse es su nombre.