jueves, 5 de agosto de 2021

Hablando se entiende la gente

El banquero anarquista mina el refrán de que hablando se entiende la gente, eso que ahora está en boga bajo eslóganes con  palabras que parecieran mágicas en política: el diálogo, el consenso. Lo plantea con finura exquisita y con pocas palabras, al inicio. No lo establece como sentencia o moralina al final. Dos amigos conversan tras una cena, la conversación decae y para reanimarla, el amigo del banquero y narrador de la historia saca a colación algo que le han dicho sobre el banquero: que en otro tiempo fue anarquista. La conversación de haber seguido en la pátina de superficie, sin sumergirse en la comprensión profunda de la paradoja de ser banquero y anarquista, hubiera acabado amorteciéndose como otra más. Pero no habría cuento ni historia. La conversación, sin embargo, se prolonga largo rato porque lejos de mantenernos en la superficie de que fue locura de juventud o decepción de madurez y que es agua pasada, el banquero afirma contundentemente que fue y sigue siendo anarquista.  La demostración de ese convencimiento del banquero será el eje de la conversación. Podría parecer que ese diálogo que va adentrándose hacia simas profundas del comportamiento humano  podría acabar en tablas, por educación, cortesía o amistad. Y aparentemente ese es el tono. Sin embargo, lo que se pone en evidencia, es la fragilidad de la amistad –ese consenso mundano-  aunque exista diálogo. El “amigo” del banquero que escucha toda la argumentación cambia sus modales ante el cinismo argumental del banquero. El banquero no se apea un ápice ni revisa su posición. La última frase, seis palabras que no desvelo, abre en canal la aparente amistad, con precisión de bisturí. Muestra el abismo que existe siempre entre las personas si nos adentramos más allá de la máscara.  

 

En El banquero anarquista y otros cuentos de raciocinio de Fernando Pessoa. 

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