lunes, 1 de junio de 2020

Qué cantan los niños chinos, ahora

padrino. Emilia Oliva (agosto 2019).
Lápiz acuarelable. 21 x 13,5 cm.


Nada sabemos del poder de las palabras ni de las fuerzas que desatan al pronunciarlas unas junto a otras. En épocas remotas, los conjuros eran las únicas medicinas. Todavía lo son cuando decimos a los niños:  

sana, sana, culo de rana,  
si no sana hoy,  
sanará mañana.  

Es este desconocimiento del poder de las palabras el que me lleva a preguntarme por las consecuencias que ha podido tener el hecho de cantar machaconamente esta canción en los juegos de los patios escolares: 

los chinitos de la China 
cuando no tienen que hacer 
tiran piedras a lo alto 
y dicen que va a llover  
a la una, a las dos, a las tres 

y salíamos corriendo.  

Este salir corriendo se me aparece ahora casi premonitorio de lo que deberíamos hacer en esta época de borrascas económicas pertinaces y la encerrona de pandemia de covid19.  

La China de los juegos de infancia tenía imagen de hucha del Domund y el valor de un bautizo de chino a cinco pesetas por nombre. Ahora el chino, los chinos, las tiendas de chinos y los made in China se han instalado en nuestras vidas. China apadrina nuestra deuda, provee el maná milagroso, nos cubre de mascarillas, nos vende tecnología 5G, sistemas de control y ubicación por satélite, nos vacunará contra todo y no salimos corriendo como el ahijado, en el cuento de los hermanos Grimm, El señor padrino 

Cuando el ahijado decide ir a conocer al benefactor de su vida, su padrino, y pregunta: 
  • - ¿Dónde vive el señor padrino?  
siempre le contestan: 
  • - Un piso más arriba. 

Y mientras sube, piso tras piso, ve las cosas más extrañas.  

Cuando está ante el padrino, le cuenta, extrañado, todo lo que ha visto. El padrino le responde que es un simple, un imbécil, un necio a medida que avanza su relato de la subida, hasta que le cuenta que antes de entrar, miró por la cerradura y le vio de esta guisa: 

  • “- Y cuando hube subido al piso quinto, miré por el ojo de la cerradura y os vi a vos, padrino, con unos cuernos largos, largos.  - ¡Cuidado! ¡Esto no es verdad!  
El hombre se asustó y echó a correr. ¡Quién sabe lo que el padrino habría hecho con él! 

Me pregunto qué cantan los niños chinos, ahora, cuando juegan. 


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