sábado, 13 de abril de 2024

Fijar el día antes de que anochezca

 


Apunte poemas. Tamara Domenech

VI Premio de poesía Centrifugados/Puebla de San Gil. Isla de San Borondón, Ed. Liliputienses, 2024.

 

Doy a José María Cumbreño, el editor, un ejemplar de briznas de quien (Sial Pigmalión, 2024) y me corresponde con Apunte poemas de Tamara Domenech. Me gusta asomarme a un libro de poemas sin saber nada del autor, nada de su biografía o trayectoria. Asomarme desde el título, el índice y con ojeada rápida, al azar, antes de decidir si entro o no en el libro. El índice de Apunte poemas, con sus títulos de poemas, resulta a primera vista anodino.  Me pregunto si son poemas ya o meros proyectos, “apunte” lo que nos ofrecerá la autora. Los títulos parecen notas de un diario sin interés: “compañera, aprender, juventud, presentaciones…”. Pienso en la ambigüedad del título. ¿Apunte previo al disparar? Hay una biobibliografía al final. Me llama la atención que la autora premiada no es desconocida para la editorial; Liliputienses ya ha publicado La escuela, el castillo en 2020. El ojeo de poemas me lleva a pensar que quizá esté ante un libro de poesía a “ras de tierra”, en la que indagué en briznas de quien. El yo del poema parece ser el autobiográfico del autor, son gestos, acciones que ha hecho en algún momento. A no ser que se trate de una figuración… 

Entro en el libro, preparada para el desengaño. ¿Qué puede haber en lo cotidiano de la vida del poeta que pueda ser de interés para un hipotético lector? No es hasta el poema “Baile” (pág. 17) cuando la voz, que me sigue pareciendo anodina, me atrapa y me dice: aquí, en estas notas casi banales de diario, hay un poema, porque late la mirada con la extrañeza de quien no entiende el mundo. Ve, simplemente, dice lo que ve, y en ese ver que nos detalla minuciosamente se alza el enigma del poema. El camino de desconcierto por el que quiere llevarme.

          Estoy por cruzar la calle

alzo la vista y veo que cae

una hoja seca de la rama de un plátano.

El viento de junio la mueve de aquí para allá

un titiritero que la hace pasear

por cada una de las ventanas de los departamentos a y b

de un edificio que está en una esquina.

Si fuera la vida, pienso,

en la cantidad de personas, por piso, que tuvieron la

posibilidad de admirar un baile lento hasta tocar el suelo.

Me recuerda, a trechos, la escritura de algunos escritores del “nouveau roman” en su minuciosidad para revelar lo real (exterior e interior), a veces desesperante, para el lector que quiere un rápido enganche con la trama o con la emoción y no encuentra ni trama, ni emoción. Hay una neutralidad de hielo en los poemas que va calando como la lluvia fina, una mirada ética, una realidad que hay que transformar, la fe en el compromiso del escritor para cambiar el mundo porque el inventario (recurso permanente a la enumeración) deja un remanente de cansancio, de sin sentido que trasciende las vidas que se ven reflejadas en el poema: “(…) creo que escribo para que los personajes / que tienen lugares establecidos / se aventuren a otros y pasen a la acción (…)”

Sólo a veces, en un gesto involuntario en la dinámica robotizada de lo cotidiano, brilla la luz, acaso la esperanza. Así sucede en el poema “Luces livianas”:

Una nena sentada enfrente mío en el colectivo

lleva dos globos

uno naranja y otro amarillo

cada vez que los saca, apenas, por la ventanilla

rebota el sol

como si fuera posible

trasladar luces livianas con las manos.

El tedio de nombrar lo real con las palabras de uso cotidiano, se rompe a veces con imágenes certeras que abren el “apunte” al “poema” como en “Ingenuidad y avidez” que se inicia con dos versos como un hachazo: “No es fácil dormir cuando llega la noche. La mente deambula de aquí para allá parece una rata”.

En “Universo o dios” (pág. 83), para que no desfallezcamos, parece facilitarnos la autora una clave de lectura.

La abertura en una casa en construcción

me hace pensar en la relación entre realidad afuera

y la fantasía adentro

de un espacio oscuro y abierto

como el universo o dios.

Ser, sería dar cuenta, así, sin florituras, de lo que acontece y a lo que asistimos como testigos mudos. Fijar el día, antes de que anochezca.


domingo, 7 de abril de 2024

Cuando ver no es lo mismo que mirar

 

 

No tenía ninguna imagen mental de Villamuriel de Campos. De los encuentros con Yolanda Pérez Herreras, alguna anécdota, sus vivencias y fiestas y, si no recuerdo mal, un enterramiento en un corral de gallinas de un montón de cuadernos de escritura personal como performance. Así que recibir Aproximaciones. Caminos y sendas de Villamuriel de Campos ha venido a concretar que ese pueblo perdido para mí en la amplia llanura de la meseta castellanoleonesa, tiene rostro. Tiene rostro siempre de Yolanda Pérez Herreras y hoy, visto, lo veo desde sus pasos y su mirada, y ha sido un viaje nocturno muy sugerente. A las hermosas fotografías que nos muestran la belleza de las sendas recorridas sistemáticamente del 30 de junio al 3 de septiembre de 2031, se añade la preparación previa de las incursiones (material fotográfico, información, consultas a los paisanos, etc.), los caminos recorridos, los pasos, minutos, kilómetros calorías, un poema de Pilar González España como obertura y códigos QR al final “contemplar el silencio” (que no he podido abrir, pero no soy ducha con ese artilugio).

Lo fascinante del recorrido es que, a la narración del momento del caminar, la preparación, las dificultades, tropiezos del trayecto y a las impresiones que provoca el paisaje o los recuerdos que evoca, se le van colando, en el ritmo de la escritura, un vocabulario extraordinario y unas reflexiones cuajadas de imágenes, metáforas certeras y de gran belleza.  El texto respira con la misma amplitud sin márgenes que los horizontes sin fin que nos muestran muchas de las fotografías. Todo es sencillo, cotidiano, diáfano, bañado por la luz y el fulgor de lo que ha penetrado piel adentro y se remansa antes de salir a la página en blanco. La mirada de quien se asoma al paisaje para verlo en toda su amplitud, con todas sus huellas. Una gozosa lectura que, en la noche, me ha llevado hasta esos caminos como si yo misma la acompañara, en el trayecto, sí,  también en las reflexiones con palabras que me asaltaron -de otro espacio, otro tiempo o de otra lengua- y se han quedado tintineando en la cabeza.

Cagalitas

Charambita

Molondros

Giganteas

Rebujo

Buchín

Guijos

Soledumbre

Majuelo

Cuévanos

Cardeñas

Sapada

Esguarneó

Esparajismos

No puedo sino acatar lo que con tan buen tino nos dice Yolanda Pérez Herreras en este su caminar por caminar:

“No existen los atajos en estos caminos y sendas, como no existen circunvalaciones en la búsqueda de los propósitos anhelados en el peregrinar de la vida: lo que está es lo que hay, sin zarandajas ni pamplinas. Transitar es un propósito en sí mismo, con las alforjas que nos han sido asignadas… y que nosotros mismos hemos ido cargando con más o menos tino.”


sábado, 6 de abril de 2024

Del rincón en el ángulo oscuro

 

quien Emilia Oliva García.
carboncillo y lápiz, 21 x 14 cm.


A Antonio Sánchez, librero, el señor del fondo

 

De los dos ejemplares de los que dispone el librero, prefiere el usado. Es más barato, pero más rico. Tiene la sabiduría de las huellas dejadas en el tránsito, la marca del lector, quizá una dedicatoria, un papel olvidado entre sus páginas, una anotación, un poco de vida. A veces, como es el caso, se encuentra la insania entretejida, o eso piensa a primera vista. Son señales leves de un descuido, de un bajar la guardia que desvelan, en el hojear de páginas, a un lector encorajinado. No sabe si con el mundo, la vida, el círculo de escritores en el que no se acaba de ver tenido en cuenta… hay tantas variables para el enfado y la ira contenida.

Es la forma de marcar, resaltar, lo que le asombra. Los trazos dejados en algunas páginas. Son marcas diáfanas, sólo allí donde cree encontrar un fallo, una incoherencia. Puede tratarse de un crítico o quien ejerce esa función pública, o quizás sean trazos del propio autor. El ejemplar, una vez impreso, que le sirve para auscultar el latido del libro.  Y, entonces, ay, la arritmia, la duda, la irresolución quedan al descubierto. Conoce al autor, no le imagina trazos de tan rápida y descuidada ejecución. Aunque no sabe. No tiene puntos de referencia. No ha visto más escritura suya que la impresa.

No percibió, al hojearlo durante la compra, la página arrancada. El desgarro, piensa que no está exento de excesiva energía o cierta violencia, sin maneras, de la portadilla. La herida del corte es una silueta de relieves abruptos y cadena de montañas, con una sima profunda que llega al corazón mismo del lomo. Descarta que fuera el ejemplar de los arrepentimientos tras la impresión en manos del autor. No. Con certeza, es un libro enviado por el propio autor, generosamente. Y como lo que se recibe sin coste, lastra al que debe cuidarlo, al final se abandona. Sobre todo, ahora. Las bibliotecas personales se encuentran amontonadas junto a los contenedores de basura las más de las veces (antes, el poseedor podía complementar sus recursos en la vejez o dejar un patrimonio a sus herederos). Otras, con mejor criterio, el abandono se hace a la entrada de las bibliotecas (ese hospicio de socorro) para que los libros tengan la oportunidad de buscar refugio en otro lar, otro estante. Un abandono más, el de los libros. Vivir libre y ligero, es lo que trae.

Le gustaría tener la fe de que nada se pierde, pero no la tiene. La página perdida, manuscrita de la portadilla, ¿qué complicidad guardaba? Quedan los rayones zigzagueantes que atraviesan el texto en pocas páginas. Los círculos garrapateados que encierran errores. Tiene fe en el lector, en el de poesía, más. Las heridas no pueden ser la obra del lector que abre el libro con sed de camino y horizonte, porque respuestas, si las hay, no consigue encontrarlas. Ni siquiera los trazos se acomodan a la acritud del crítico en busca de botín. Habría alguna nota, alguna abreviatura que mantuviera la pista para redactar, después, el comentario. Pero no hay rastro de pensamiento o reflexión. Quizá se trate de un error, tal vez las prisas, y fuera el propio autor, entre el trajín de ejemplares por enviar, quien confundiera el libro aún virgen con el de los arrepentimientos y dedicó, sin más, el ya mancillado con sus garabatos despiadados. Ese arrepentimiento tonto quedaría en el rastro de la brusquedad del desgarro. Sí, le tranquiliza creer que la artera barbarie no se cuela en el corazón del que lee.


viernes, 15 de marzo de 2024

De literatura y planes educativos

Fichas de lectura realizadas en Lengua y Literatura.
Curso de COU 1974-75. Universidad Laboral de Cáceres.

Durante la charla que tuvo lugar tras la inteligente presentación dialogada de errática del poeta cubano Víctor Rodríguez Núñez (Luces de gálibo,2023) con Julio César Quesada Galán, José María Cumbreño preguntó a qué creía el autor que se debía el desinterés por la literatura hispanoamericana que hay en España. En otro momento, una alumna había preguntado si consideraba que su poesía era susceptible de ser utilizada con alumnos en la enseñanza primaria. No tomé nota de las respuestas, pero ambas preguntas me llevaron a la telaraña por la que hoy me adentro (quizá porque empiezo a tener la mirada del que se gira y se convierte en estatua de sal). Reaccioné a la tesis de que el desinterés por la literatura hispanoamericana se debía al colonialismo que pervive. Como docente, estoy convencida de que se debe a una planificación orquestada desde los planes de estudio: el desinterés lo es por la literatura española también. Y eso es lo que quiero hacer visible con una simple relación del acceso a los libros de los que disponía yo en mi infancia y adolescencia y los que tuve a disposición en el sistema educativo en el que me formé. El fomento de la lectura en la actualidad se estructuras en estrategias más o menos publicitarias o de marketing, ideológicamente marcadas en gran medida por consignas, pero no constituye –a mi modo de ver- un planteamiento integrado en la planificación educativa, desaparecida la motivación por el esfuerzo que estaba en la formación que me tocó en suerte: los planes de estudios y becas franquistas, la exigencia para mantenerlas y la libertad de lecturas y actividades que reflejan las fichas de lecturas realizadas en aquel periodo. Descripción de una época, no tan lejana en el tiempo tan presente para la memoria de lo luctuoso y estéril, y tan poco viva para lo creativo, la capacidad crítica y el restañamiento de heridas.

Antes de llegar a la Facultad de Filosofía, los pocos libros que me cobijaban en casa se multiplicaron al infinito al llegar a la Universidad Laboral donde una inmensa biblioteca, con interminables estanterías estaban abarrotadas de enciclopedias, diccionarios, atlas, mundos. A casa, habían llegado algunos coleccionables incompletos conservados en una vieja maleta de madera: Las aventuras de Gulliver, Guerra y paz, alguna novela sin título ni portada, capítulos sueltos de un universo fragmentario incomprensible. Los cuentos de calleja, que se conseguían con las bolsas de pipas. TBOs, Alcázar y Pedrín, comics de aventuras que no me interesaban, los Blanco y negro de ABC. Los libros ilustrados de Bruguera, con Miguel Strogoff a la cabeza, sus paisajes nevados y el correo del zar, ese hombre a caballo por la estepa: primeras palabras oídas, luego adivinadas en sus grafías bajo las imágenes y, con ellas, el deseo de romper a leer por mí misma, sumergirme en los pocos libros disponibles o que fueron llegando:


La Fuente, el diccionario de las 8 cualidades

La Biblia

Flor nueva de romances viejos

La isla del tesoro

Las 7 maravillas del mundo

Las 100 mejores poesías en lengua castellana

Rimas de Bécquer…

 

El silencio de los estudios y los dos ejercicios espirituales, que viví en el colegio de monjas los dos primeros años de enseñanza secundaria, los pasé leyendo vidas ejemplares y de santos en libros de su biblioteca. Leer, ese mundo de maravillas ajenas a lo cotidiano. Leí lo que se nos mandaba y lo que buscaba de oídas. El aburrimiento del club de los cinco, el sondeo en arsenales ajenos cuando estaba de vacaciones. Lo que tenía interés y lo que no, sin más criterio que la brújula sin norte de la curiosidad. Por esa curiosidad caería en muchos títulos inabarcables. Ya en la Universidad Laboral, solicité El capital de Marx a los 15 años bajo la mirada interrogante del bibliotecario y ¿qué vas a entender, criatura? No aguantaron mis ojos más allá de las 5 ó 6 primeras páginas.  Pero también caí en libros que dejaron un regusto de pregunta interminable: Cuerpos y almas. La vacuna de la pregunta, tan importante. Berceo, El Quijote, El Lazarillo, sonetos, Las coplas a la muerte de su padre, Garcilaso, San Juan de la Cruz, lo que hilaba el temario de lengua y literatura española y también, al margen, lo que acontecía en el hervidero que era la Universidad Laboral: lecturas poéticas (Neruda, Miguel Hernández, León Felipe, Blas de Otero…), teatro, cine, encuentros con escritores: Francisco Umbral, impactante su imagen de joven escritor y la intriga de su libro Larra, anatomía de un dandy. Comprender el dandy que era el escritor en presencia con el libro donde lo hacía visible desde el título. Y por ese camino: La saga fuga de JB, Cinco horas con Mario, El camino, Thérèse Desqueyroux, El enfermo imaginario, Fábulas de Samaniego…

Y, en paralelo, fuera de programa, la literatura hispanoamericana de la mano de Carlos Polo y Jorge Urrutia: Cien años de soledad, Tres tristes tigres, El señor Presidente, Paradiso, La ciudad y los perros… enteros, fascinada por el universo que se desplegaba; a picoteos, intrigada por el enigma que ocultaban o no alcanzaba a desvelar. Intrusa en una actividad para las alumnas de COU cuando yo andaba en 5º.

Y llegó COU, el tránsito a la universidad (crónica de lecturas de 1974-75), libros y más libros; fichas de lecturas personales de cada obra como eximio control por parte de la profesora Carmen Romero. 33 lecturas, como los años de Cristo: pasión, muerte y resurrección de un curso escolar con la espada de Damocles de la ¿se llamaba selectividad ya?, la necesidad de conservar la beca para desplegar alas. Leí, anoté, descifré, puse en relación:

 

Pío Baroja: El árbol de la ciencia

Miguel de Unamuno: Recuerdos de niñez y mocedad

Miguel Cervantes: Novelas ejemplares

Anónimo: El Lazarillo de Tormes.

Petronio: El satiricón

Julio Cortázar: Los Reyes

Berceo: Los milagros de nuestra señora

Ortega y Gasset: La deshumanización del arte

Los Manriques: Antología

Fernando de Rojas: La Celestina

Ramón Menéndez Pidal: Flor nueva de romances viejos

Don Juan Manuel: El Conde Lucanor

Anónimo: El abencerraje y la hermosa Jarifa

Ramón J Sender: Crónica del alba

Jorge Díaz: La pancarta o está estrictamente prohibido todo lo que no es obligatorio.

Manuel Martínez Mediero: El convidado

José Ruibal: Curriculum Vitae

Vicente Romero Ramírez: El carro del teatro o llegan los cómicos

Lauro Olmo: El cuarto poder / La camisa

Miguel Mihura: Tres sombreros de copa

Antonio Martínez Ballesteros: La distancia

Alfonso Sastre: Cargamento de sueños / Prólogo patético / Asalto nocturno

Antonio Gala: Los buenos días perdidos

Ramón del Valle Inclán: Sonatas / Luces de bohemia / Divinas palabras

Ramón Pérez de Ayala: Escritos políticos

Gabriel Miró: El humo dormido

Azorín: Antonio Azorín

 

Entre el montón de fichas conservadas que dan cuenta de las lecturas de la asignatura de Lengua y Literatura (recuerdo de una técnica de trabajo y la transmisión de la pasión de la profesora por la literatura que nos invitaba a leer y marcaba B, m. b) encuentro una ficha traspapelada con un poema. Lectura, comentario, reflexión, estudio y “escritura” naciente… ejes del aprendizaje del mundo en la adolescencia. Todos los problemas humanos se exponían a nuestro análisis en la inteligente selección de una profesora, Carmen Romero: amor, desamor, celos, suicidio, ejemplos morales, crítica del poder, la inmoralidad del terrorismo, la diferencia de clases, encaje de infortunios, la lucha por el poder, la guerra, incomunicación y exclusión, violencia y venganza, autobiografía y ficción, idealismo, realismo… No le he dedicado ningún libro, tengo que poner remedio.

 

Me pregunto cuál es el bagaje de lecturas que se lleva el alumno cuando llega a la universidad desde las aulas ahora. Sospecho que quizá llegue bastante literatura de éxito editorial, fundamentalmente anglosajona, alguna lectura de literatura actual española y alguna lectura de literatura regional. Me pregunto si las respuestas a las grandes preguntas del adolescente para comprender el mundo las encontrará engarzadas en esos programas de fomento de la lectura o si tendrá que ir a buscarlas por sí mismo, si recurrirá a la biblioteca o si recurrirá a las redes que el diablo confunda. Si lo que aflora de nuevas problemáticas en los jóvenes, no tendrá que ver con ese vacío propiciado desde los programas educativos y la anuencia del profesorado que los aplica. Si la cultura de la cancelación, el vacío de las consignas, no constituye el virus que extirpará la inteligencia de los humanos para sustituirla por la mal llamada inteligencia artificial. Si…, tantas preguntas que deberíamos afrontar con análisis serio, sin vendas.

 

 

 


lunes, 17 de abril de 2023

había que contarlo

 


Porque ella es una estrella de mar fuerte y viva

             que se regenera

             y en cada pérdida

le vuelven a salir nuevos brazos.

                                Paqui Jiménez Yepes, Derrotar al silencio          



INphiNITA
Emilia Oliva
IV Premio Poesía Visual Paqui Jiménez Yepes (Córdoba)

Nada sabemos de los hilos que nos entretejen y ligan por encima del espacio, a veces también por encima del tiempo, a seres que no conocemos. Leer libros es dialogar con los muertos, sin duda; pero ahora me refiero a otra experiencia: la certeza de esa otra trama de la que formamos parte y en la que no somos sino una figura más de un amplio tapiz que no sabemos cómo se teje ni quién o qué sea el responsable de su elaboración. Rara vez somos capaces de recordar cuándo y por qué nos encontramos en una cuadrícula concreta del tablero y no en otra, incluso somos incapaces de ordenar los movimientos que nos han conducido al punto en que estamos en el momento presente. Las cosas suceden, la más de las veces, a pesar nuestro y sin que seamos conscientes. Encuentros, ligazones, rupturas, olvidos. Intento poner en claro lo que me condujo al IV Premio de poesía visual Paqui Jiménez Yepes. Todo empieza con un trastoque de nombres propios, tan habitual en mí: Raimon Blu (a quien no conozco personalmente, creo) y José María Brull (director del IES Jálama). Esa confusión me lleva a atribuir el premio de poesía citado en una convocatoria anterior a José María Brull, y leo la convocatoria, por curiosidad. Allí, me asalta el fragmento de Paqui Jiménez Yepes, como un destello. Vuelvo a él días más tarde y lo manuscribo en una nota farragosa. Vuelve a mi cabeza como sin querer. En los momentos de inactividad resuena como un eco impreciso y tengo que volver a leer esos versos de los que no encuentro el antes ni el después del poema en la red. Son sólo un fragmento de algo que no encuentro. La pérdida y la regeneración son el tema.

    Porque ella es una estrella de mar fuerte y viva

               que se regenera

               y en cada pérdida

    le vuelven a salir nuevos brazos.

Sin embargo, están ahí condensadas ideas poderosas: fragmento, estrella, infinito. ¿Cómo congeniar todo eso plásticamente en un poema visual? Emerge una necesidad de darle forma, no me deja tregua. Todo lo que toco o veo añade o descarta una posibilidad de trabajo; no es un trabajo consciente, sino de fondo. No sé qué mueve los hilos del proceso, pero me embauca.

Así, rememoro la conexión estrella de mar y estrella astro, en un tipo de estrella marina que tiene aspecto erizado.

Dibujar esa estrella-erizo-astro para quien no sabe, es un reto. Y allí, en la plancha de corte, donde despliego utensilios, de pronto, desde la esquina, irradia la forma que busco. Sólo hay que recrearla copiando las líneas. El papel vegetal me sirve siempre para calcar las formas de base. Y así comienza a tomar forma, en una esquina, la estrella-mar-astro y sus fragmentos.

¿Se asocia en la imagen creada la estrella de mar y el astro? No del todo. Y el infinito, ¿dónde y cómo hacerlo visible?

Busco los restos de Letraset que me quedan de los talleres impartidos y sólo hay números, signos de puntuación, alguna letra. Poca cosa. Nada se puede hacer con estos restos.

Pasan días, pero no hay sosiego. ¿Y si juegas con la transparencia y metes un fondo? ¿La luz que evoque el astro y el color que evoque lo eterno, que no es lo infinito, pero bueno, podría sugerirlo? Un cierto amarillo de cartulina no queda mal, produce cierto efecto, pero el infinito ¿dónde queda?

Ando culminando la preparación de un taller en el que la geometría y las matemáticas con la poesía andan en juego. La fractalidad de las formas, la proporción áurea y el número phi saltan a la palestra. Los números de Letraset, ¿habrá suficientes para recrear un extenso número phi? Como un destello, el título sobreviene, como al dictado: INphiNITO. Dudo si usar el francés queda tan capicúa: INphiNI. Como un resorte, emerge un NO rotundo de no sé donde. No, es ELLA, tiene que estar en femenino: INphiNITA. Me someto al dictado de lo que no controlo y me arrastra.

Empiezo a recrear la forma del signo matemático del infinito sobre el papel vegetal, sorteando el dibujo de la estrella, pero algo me dice que el infinito en el universo, los seres, no es orden sólo, debe haber cierto caos. E instalo el caos en el despliegue del número phi tan largo como me permiten los números de los que dispongo.

Doy por terminada la obra y la preparo para su envío. Busco la convocatoria para coger la dirección y no hay dirección postal. Ha de escanearse.

Lo que sucede después, confirma con rotundidad que no soy yo quien mueve los hilos ni la trama de esta creación, que sucede a pesar mío. Al ver el resultado del escaneado, me quedo paralizada. ¿Quién ha puesto el fondo marino en la obra? Miro el original, y allí no está. ¿Hay una explicación lógica? ¿El papel vegetal es sensible al calor? ¿Se comba al paso de la luz del escáner?

Envío la obra y me olvido. Descanso. Hasta que llega el mail donde se me informa que es obra seleccionada y premiada. Tuve que ir a Córdoba, tenía que contarlo.

Detrás de este proceso, además del fragmento del poema, quien lo seleccionó y la autora de la que nada había leído, está el propio proceso de descubrimiento, exploraciones, tránsitos a lo largo de años:

De la palabra a lo que no es palabra

Del silencio al espacio

Del verbo a la geometría

Del poema al teorema

 

En el contexto de mi aprendizaje de la poesía visual no puedo dejar de nombrar a aquellos que contribuyeron a mi bautismo (en el orden que años y encuentros disponen): Yolanda Pérez Herreras (iniciadora), Antonio Gómez, Juan Ricardo Montaña, Elías Moro, Manuel ¿? de ediciones Punto y aparte, Roberto Farona, Víctor Pozanco, Rafael de Cózar, Francisco Aliseda, Peñarroya-Pueblonuevo en 2008, Aurora Sánchez y José Luis Campal con su Paraíso nº 79, J. Seafree, Julián Alonso, Alfonso López Gradolí, Francisco Peralto, José Antonio Cáceres. Obras, técnicas, proyectos, investigación.

La sorpresa final llegó al ver entre las obras de la exposición de la Biblioteca Central de Córdoba una de Yolanda Pérez Herreras. Se cerraba un círculo. La iniciación culminaba en el premio de la mano de Paqui Jiménez Yepes, desde donde estuviera. El premio se otorga a la traducción visual de lo que está en el fragmento y es de todos los anteriormente citados (espero no olvidarme de recordar a ninguno).  

          




miércoles, 22 de marzo de 2023

en el andén

 

Emilia Oliva, en el andén, témpera en barra,  21x 14,5 cm


una mujer va y viene en el andén

bolso en bandolera y auricular en la oreja

va viene

con la blusa impoluta de trabajo colgada de una percha

 

un tren ahíto de retrasos no se sabe si viene ni cuando

un gentío de paciencia y ella

va viene

a pasos cortos colgada de la percha

 

aguanta la contrariedad como chubasco de tormenta

habla sola

o con alguien al otro lado al que no llega

 

esquiva el viento el humo las cenizas

no vaya el hollín de papeleras, tablones, farolas a mancillar

su blanco nuclear su blancura sin merma

 

ella habla se explica se excusa

la blanca blusa como una vela

sin fuerza de arrastre ni brújula

 

 

De Cuaderno de viaje,

Calella, 15 de marzo de 2023, 9 de la mañana,

caída de tensión en la estación de Sants 

 

 


viernes, 17 de febrero de 2023

qué parte del agua soy

 

qué parte del agua soy. Emilia Oliva
Frottage sobre pizarra, 14,5 x 21 cm.


qué parte del agua soy

la que se evapora o compacta

la que disuelta           se putrefacta

la que se viste de azul oxigenado en lengua de glaciar

espejismo de alturas

la que se abisma y ahonda en sombras

tras el pantano

 

o no soy agua                     sólo sed

pergamino deleble

elocuencia silente

rumor o ruido

 

jirón de nube

acaso solo sueño

encendida pizarra

espejo de noche en la luz

cálida al tacto

lápida entonces

nombre o grafía

muralla torva

de frágil deslizarse

lámina, tesela en desgarro

ladera abajo

hasta el cauce

 

De Cuaderno de viaje

Monfragüe, camino del puente del Cardenal, 16 de febrero de 2023